Riada de libros

Tras la oleada de libros el pasado lunes 23 –léase riada- sería adecuado una reflexión sobre el tema, o varios temas, ya que alcanza diversos ámbitos de la cultura.


Por un lado La Ley del Libro, la Lectura y las Bibliotecas. El pasado diciembre, salía un artículo en la revista CLIJ CLIJ, firmado por Victoria Fernández, quien nos informaba puntualmente de las últimas acciones encaminadas a “sustituir la antigua y dispersa normativa, preconstitucional, adaptándola a la nueva organización del Estado, acordando los distintos ámbitos de autonomía con un marco de colaboración entre las administraciones autonómicas en esta materia.”


Destaco de su artículo la información sobre la filosofía general de la Ley: “se basa en hacer de la lectura la herramienta básica para el aprendizaje continuo en la sociedad de la información; la Ley dedica gran atención a la promoción de la lectura, para aumentar el número de lectores a través de los planes de fomento, que son pautados normativamente por primera vez. Las bibliotecas y la cooperación bibliotecaria se convierten en el punto neurálgico de para la extensión cuantitativa y cualitativa del hábito lector.”


Por otro lado, otro artículo de la Revista de Occidente Revista de Occidente, No hay réquiem para el libro todavía, por Irene Lozano, nos introduce directamente en el mundo de la red electrónica ofreciéndonos una reflexión interesante sobre la realidad más inmediata de la lectura, Internet y población sin alfabetizar:


Pero hay algo aún más importante: aún quedan grandes estratos de la población mundial sin alfabetizar, una cifra que oscila en torno al 15 por 100 de media mundial, pero que en algunos países alcanza proporciones escandalosas, como el 64 por 100 de Afganistán, el 68 por 100 de Mauritania o el 33 por 100 de Nicaragua, según el Libro de datos de la CIA (www.cia.gov/cia/publications/factbook/fields/2103.html).




En resumen, mientras aquí nos bañamos –por un día- en riadas de letras y hojas, en otros lugares aún queda pendiente la alfabetización.



Finalizo con palabras de la autora del artículo, que a grosso modo son la esencia de este día tan especial que condensa tantas emociones literarias.



En el fondo, es una frivolidad no ver que lo importante no es el objeto libro, papiro, tablilla sumeria o pantalla, sino los bienes inmateriales que proporciona el texto al que lo lee: sabiduría, conocimiento, diversión, evasión, reflexión, entretenimiento. El autor, por su parte, se inscribe en el ansia añeja de contar historias, expresar pensamientos, soñar otros mundos, reflexionar sobre éste..., anhelos presentes en el ser humano no ya antes de Gutenberg, sino incluso antes de que se inventara la escritura, porque no están ligados a la cultura, ni a la tecnología, ni a la democracia, sino a esa facultad específicamente humana que es el lenguaje.

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