La Ventana entrevista a Bruno Di Benedetto: Premio Casa de Poesía 2010: “un honor que excede largamente lo literario”

Entrevista realizada al escritor argentino Bruno Di Benedetto, ganador del recién concluido Premio Casa de las Américas 2010 en la categoría de Poesía, con su libro Crónicas de muertes dudosas y que nos llega a través del Boletín electrónico de La Ventana, Portal Informativo de la Casa de las Américas


Declaraciones del escritor argentino Bruno Di Benedetto, ganador del recién concluido Premio Casa de las Américas 2010 en la categoría de Poesía, con su libro Crónicas de muertes dudosas

«Si mal no recuerdo mi primera noticia del Premio Casa de las Américas la tuve a fines de los años setenta, en plena dictadura militar. Alguien me pasó un ejemplar —prohibido por los militares, claro— de Cuatrocasas de Eduardo Mignogna, un excelente narrador y cineasta que por entonces estaba en el exilio. Esa novela, que había ganado el Premio en 1976, me impresionó vivamente por su lenguaje certero y de alta intensidad poética. Curiosamente, la acción de Cuatrocasas se desarrolla en la Patagonia. Lo he releído varias veces en estos años, así que es posible que Crónicas de muertes dudosas tenga una deuda filial con el libro de Eduardo, fallecido lamentablemente en 2006».


«A partir de entonces he seguido como he podido la historia del Premio, al que considero uno de los más prestigiosos del mundo de habla hispánica y portuguesa. Varios amigos poetas y, fundamentalmente, mi pareja, Silvia, me animaron a presentar las Crónicas al concurso. Con sinceridad puedo decir que ni soñaba con llegar a recibir este premio, un honor que excede largamente lo literario, y esto debido fundamentalmente al cariño y la admiración que desde niño sentí por el pueblo cubano».



Sobre Crónicas de muertes dudosas

«Empecé a escribir Crónicas… en 2004 o 2005. Mi escritura poética estaba, como siempre, en crisis. Sentía un extremo cansancio de la autorreferencialidad que se manifestaba una y otra vez en lo que venía escribiendo, así que decidí experimentar tomando elementos de la épica y de la narrativa y trabajando fundamentalmente con personajes basados en gente que conocí, ya que aún en las crónicas de corte netamente fantástico hay siempre detrás una persona o un hecho reales.

 

«A la vez, por entonces, también estaba escribiendo un libro de relatos, Vengan juntos, publicado en 2007, así que la síntesis entre lírica y narrativa fue fluyendo de manera bastante natural. Sé que algunos de los textos bordean peligrosamente la prosa, un procedimiento que admiro en grandes poetas como César Fernández Moreno y Raúl González Tuñón y que en mi caso he tratado de utilizar como basamento o plataforma de despegue lírico.

 

«Me interesaba escribir poemas para el lector común, para quien la poesía a veces es algo ajeno o impenetrable. Claro que traté de no renunciar a mis propias exigencias de calidad, cosa que he logrado en algunos textos más que en otros.

«El poeta Raúl Artola, director de la revista El Camarote, señaló acertadamente, cuando le mandé algunos de los poemas, el parentesco de las Crónicas… con Los poemas de Spoon River de Edgar Lee Masters. Es cierto, aunque este parentesco es indirecto, vía el Juan Gelman de Los poemas de Sidney West. Otras influencias durante el proceso de escritura fueron las de personas muy ligadas a mí, Jorge Spíndola y Silvia Castro, de quienes hablaré más adelante.

«Dejé para el final la influencia más importante y tal vez no tan evidente a simple vista: la de Jorge Luis Borges. Toda la operatoria básica de mi libro quiso estar basada en esos procedimientos posmodernistas avant la lettre que Borges llevó hasta una feliz exasperación. De hecho cometí la osadía de convertirlo en personaje en dos de los poemas. El Maestro sabrá perdonarme, espero».

Sobre la poesía en Argentina

«Es un tema difícil de abordar. Básicamente porque no he podido leer ni el cinco por ciento de toda la enorme cantidad de poesía argentina que se publica actualmente, vía libro o vía web. Trataré de circunscribir mis opiniones a mi experiencia directa.

«En los últimos años ha habido una, literalmente, explosión de poetas jóvenes y muy jóvenes. En mi región hay un dicho, acuñado hace poco, seguramente por algún poeta en edad provecta: “en la Patagonia levantás una piedra y aparece un/a poeta”… Más allá de la evidente exageración, es bastante cierto, y no solo en la Patagonia.

«Algunos de esos jóvenes tienen verdadero talento y garra poética. Y al leerlos uno se da cuenta de que están conversando con toda la cultura argentina, americana y universal, desde la que operan de una manera muy personal y lúcida. Aprendo constantemente de ellos. Es como poder leer el futuro.

«Pero hay otros que, lamentablemente, se quedan en lo superficial. Creo que esto último es una de las lamentables consecuencias del verdadero terrorismo cultural ejercido por el neoliberalismo, con sus recetas de éxito fácil y de individualismo a ultranza.

«Uno de los grandes poetas vivos que he podido leer, fuera de nombres felizmente obvios como Gelman, es Leopoldo “Teuco” Castilla. Es de esos escritores que logran sintonizar finamente el habla popular y a la vez trabajar exquisitamente zonas de conciencia muy extremas.


«En esa misma línea, pero con un toque absolutamente personal nacido de su ascendencia chilo–itálica, no quiero dejar de nombrar a mi cuate, mi hermanito Jorge Spíndola, de Trelew, quien ha logrado elevar a la categoría de semidioses a sus vecinos del barrio pobrísimo de La Paloma, en Comodoro Rivadavia. Jorge fue reconocido hace poco en el Festival de Poesía de Medellín. Un hombre absolutamente coherente en su vida y su poesía.

«Silvia Castro (nacida en Roca, Río Negro) es mi pareja, lo cual me inhibe un poco. Baste decir que tanto a ella como a Jorge los conocí por sus poemas antes que personalmente. Se trata de un amor y de una fraternidad nacidos netamente de la poesía.

«Silvia me impresionó con su libro La selva fría, en donde realiza un, para mí, absolutamente novedoso trabajo de pliegue y repliegue del lenguaje que convierte cada frase en una gema multidimensional.

«Imposible dejar de nombrar al poeta Juan Carlos Moisés, de Sarmiento, Chubut, que trabaja en una cuerda simple y sencilla, pero cuidadosamente elaborada, a partir de una fina lectura de la realidad y de la poesía universales, los temas de fondo que nos atañen como seres vivos.

«Otro de mis grandes admirados es el poeta —pero también músico, dramaturgo, guionista, etc.— Alberto Muñoz, tal vez el más afín a mis búsquedas, entre todos los nombrados, que es capaz de ponerme en trance poético escribiendo sobre camiones, trenes o viejitos en una plaza.

«Entre los más jóvenes que he podido leer últimamente es muy destacable Joaquín Valenzuela, de la provincia de Buenos Aires, con un lenguaje riguroso y a la vez absolutamente libre.

«Por supuesto hay varios nombres más: mi comprovinciano Cristian Aliaga, de reconocidísima trayectoria, Horacio Fiebelkorn, a quien escuché leer hace poco en Buenos Aires un poema que hablaba de un vecino loco —yo tengo un vecino loco que grita por las madrugadas en un idioma inventado—, Irene Gruss, rigurosa poeta de pluma leve… y siguen nombres.

«Imposible extenderse sin hacer un tratado. De todos/as aprendí algo, todos/as emitieron un destello, algunos/as me hicieron temblar».


Poemas del Country, de Bruno di Benedetto

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